miércoles, 25 de octubre de 2017

Niños de Ciudad II: Capitulo I

Capítulo  I: Ambos estaban ahí, frente a frente, en una bizarra situación en la que ninguno de los dos imaginó que se volverían a encontrar luego de cinco años.




Jisung se miró al espejo una vez más.

Aunque en el principio odiara su cicatriz y el parche en el ojo que se había tenido que poner a causa de esta, ahora le resultaba atractivo como se veía en su rostro. Le hacía lucir como alguien interesante, como alguien temible, y se podía inventar miles de historias acerca de su origen; al menos algo más digno que lo que realmente había sucedido.

Jisung sonrió. Definitivamente le daba carácter y galanura ese parche en el ojo izquierdo.

El timbre del celular de repente interrumpió su auto-adulación.

Apartando un instante sus ojos (o más bien su ojo) de su imagen, Jisung contestó su celular. —¿Cómo conseguiste mi numero? —Dijo al reconocer a la voz que le saludó al otro lado de la línea. Se trataba de un viejo amigo que no había escuchado en años.

—El viejo salió de la cárcel Ji, se está escondiendo en Gwanju.

Jisung expandió sus parpados. —¿Estás seguro de lo que dices?

—Sí, varios de mis compadres dicen que lo han visto. Esta acabado el vejete, los años en la cárcel definitivamente le cobraron factura.

—¿Dónde está?

—La ubicación exacta no la sé, pero dicen que se esconde en una casa en Gwanju. No quiere que lo encuentren, eso es seguro, sembró tantos enemigos en el pasado que probablemente se tenga que esconder allí hasta el día de su muerte.

—Es inteligente el vejete. —Jisung señaló mientras se sentaba en su sillón y reposaba ambos pies sobre una mesa de centro. —La verdad no pensé que llegaría el día en que me lo volvería a encontrar, pero al parecer ahora podre por fin desahogarme.

—Por eso te llame viejo amigo. Solo esperó que por fin te las puedas cobrar.

—Eso hare, tenlo por seguro.

Despidiéndose de su amigo, Jisung guardó su celular y en su rostro no tardo en aparecer una gran sonrisa.  “Así que el viejo esta suelto... Que interesante.” Pensó.

Como había dicho antes, no pensó que el día en que lo volvería a encontrar llegara a suceder. Se había resignado a quedarse con la espina por años, a  olvidar por completo su rencor, pero al parecer el momento de su venganza por fin había llegado. Por fin podría cobrárselas al miserable ese.

Al miserable de Lee Sooman.

—¡Jaejoongie!

Jisung gritó desde su puesto al tramar los detalles de su plan.

—¡Jaejoongie!

Gritó de nuevo al no recibir respuesta y cuando estuvo a punto de levantarse para buscarlo él mismo, un apuesto muchacho de 19 años; cabello negro, ojos grandes y piel clara, apareció en la puerta. Era un chico realmente atractivo, encantador, nada parecido al hombre que lo llamaba.

—¿Qué pasa… Jefe? —El muchacho le preguntó cuando se detuvo justo al frente.

—Avisa a Junsu y a Yoochun que recojan sus cosas. En la mañana partiremos a Gwanju.

El muchacho se tensó al escuchar el nombre de aquella ciudad, más sin embargo procuró mostrarse no muy afectado y, asintiendo con la cabeza, se marchó a cumplir lo que se le había encomendado. Al verlo irse por la puerta que había entrado, Jisung solo se acomodó aun más en el sillón, sacando uno de sus bien conocidos cigarros de su bolsillo.

Está definitivamente era una señal de que su vida estaba a punto de cambiar.




..



“El cabello largo negro, las manos ya no tan delicadas que se movían con prisa, el ceño fruncido en su rostro… él concluyó que no había persona más hermosa que su madre, cuando atendía a los clientes en su puesto de Hoddeok.

A él le gustaba ser su asistente; le gustaba pasarle los ingredientes o servir de cajero, lo hacía sentir útil, lo hacía sentir como si compartiera la carga que ella llevaba día tras día en su espalda. Porque siendo madre soltera y sin un trabajo formal, cada día era como una lucha por sobrevivir, una lucha por mantener un estilo de vida honrado y lejos de los peligros de la pobreza.

Él, a su corta edad, sabía que eso no era una tarea sencilla. Sabía que su madre se esforzaba mucho; que pasaba hambre, dolencias e incomodidad, para brindarle así fuera un poco de pan a la cena. Es por eso que la admiraba, admiraba como se levantaba temprano en la mañana, llegaba al centro de la ciudad, sacaba su carrito y se esforzaba por vender todos los hoddeok del día. Así le llegara la noche en ello.

A su lado, la miró una vez más, viendo lo versátil que podía ser ella al preparar un hoddeok con una mano, servir bebidas con la otra y con su atención fija en un cliente. Era una luchadora, una mujer que no se rendía y que al contrario, buscaba la manera de salir por sí misma.

Era su modelo a seguir. Lo que deseaba ser cuando creciera.

Y si no hubiera pasado ese infausto suceso, seguramente estarían los dos hoy en aquella plaza, vendiendo hoddeoks a los transeúntes sin conocimiento de la tragedia que los había separado”




“Riiiiiiiing, riiiiiiiiiiiing”


El sonido agudo del despertador hizo que Yunho despegara el rostro de su almohada y aplastara el botón de Off con la palma de su mano. Luego se sentó a regañadientes en la cama; se revolvió el cabello, frotó sus parpados y desperezó su cuerpo.

Otra vez había soñado con ella, en un recurrente sueño sobre su recuerdo más bonito de la infancia: Cuando la acompañaba al centro a vender hoddeoks.  Yunho sonrió agridulce; era agradable y al mismo tiempo tormentoso tener que verla en su mente.

Tener que oírla en su cabeza.

Tener que rememorar que ya no estaba junto a él.

Ok, este no era tiempo para mortificarse. Era hora de alistarse.

—Changmin. —Llamó a su (ahora no tan pequeño) amigo, quien se encontraba totalmente noqueado en la otra cama. —Changmin. —Repitió, irguiéndose en su puesto para poder sacudir el hombro del otro chico.

El menor abrió uno de sus ojos. —¿Ya es hora? —Preguntó con pesadez.

—Sí, es hora. —Yunho le respondió y enseguida se quitó la camisa de dormir. —Y espero que esta vez te alistes rápido. No quiero que vuelvas a llegar tarde. —Le advirtió al entrar al baño y prender la ducha para meterse debajo del agua helada. Tomó el jabón y se lo restregó por los hombros, pecho y parte de las piernas.

Changmin hizo una mueca al levantarse de la cama y después se dirigió hacia el espejo del tocador, queriendo revisar que tan mal había amanecido. Se veía espantoso. Con un poco de crema se limpió la cara, esperando que eso lo hiciera ver como una persona decente. Su mirada aterrizó después en un almanaque que tenían colocado justo al lado del espejo.

En el calendario, la fecha de ese día, estaba marcada con un círculo rojo. Era 15 de junio de 2005, exactamente cinco años después de su salida de Gongju. Exactamente cinco años desde que habían llegado de nuevo a Gwanju. —Hoy es 15 de junio Yunho. —Changmin comentó al aire, como si no supiera la importancia de aquella fecha.

Al escucharlo, Yunho se paró de refregar. —¿Eh? ¿Qué dices? —Fingió desconcierto aunque hubiera escuchado con claridad. No podía ser que Changmin fuera tan insensible para mencionar esa fecha así como así ¿Verdad?

—Que hoy hace cinco años salimos de Gongju y…

—Si lo sé. —Lo interrumpió mientras salía de la ducha. —No me lo tienes que recordar.

Por el enojo en sus palabras y la expresión de su cara, Changmin supo que Yunho aun no estaba recuperado. Que aun seguía atormentado por el mismo maldito tema: el recuerdo de aquella personita que hacía rato debió olvidar. —Hyung, tienes que superarlo. Ya ha pasado mucho tiempo.

—Ya lo supere, solo no me gusta recordarlo.

—¿Recordar que desde ese día no sabes nada de él?

—Recordar lo que me hizo y lo que sufrí por sus mentiras. —Yunho declaró y se sentó en su cama con una posición derrotada. —Sé que éramos solo niños, sin embargo yo aun no puedo creer como tuvo el corazón para engañarme así. Jaejoong no merece amor de nadie. Ya no me importa nada que tenga que ver con él.

—¿Y por qué entonces sigues hablando de él como si te importara? —Changmin cuestionó al flexionar sus piernas y sentarse sobre la mesa del tocador. —Lo que te hizo es pasado y no tiene caso que sigas martirizándote por el mismo asunto. Jaejoong solo fue alguien que conociste y que por fortuna nunca más vas a volver a ver.

Y eso quizá era lo que más atormentaba el corazón de Yunho. Que él aun tenía la esperanza de reencontrárselo, pese a todo el dolor que le había provocado. Que masoquista podía ser.

—Hyung… —Changmin abrió la boca pero luego se quedo callado, como si no supiera de qué forma decir lo que quería decir. —¿Te puedo preguntar algo?

Yunho suspiró. —Dime.

—¿Tú… aun lo amas?

Acorralado por la pregunta, Yunho soltó un gruñido. Changmin siempre había tenido ese don: Presionarlo hasta hacerle admitir lo que intentaba ocultar. Pero esta vez no iba a ceder. —Claro que no Changmin. Mi amor por él murió ese 15 de abril cuando nos fuimos de Gongju. Lo único que siento ahora es desprecio. Nada más que desprecio.

Las palabras sonaron tan dolidas, tan ardidas, que a Changmin le costó creer que fueran ciertas. Aunque Yunho jurara y perjurara que odiaba a Jaejoong con toda su alma, Changmin sabia que eso no era verdad; que su hyung solo intentaba disfrazar con rencor lo que su corazón todavía sentía. Era patético, incluso sentía pena ajena por la situación de su hyung. Sin embargo, ya no lo iba a presionar más, ya suficiente tenia Yunho con su dolor para que él estuviera rozándole y rozándole la herida.

—Bien Hyung, mejor vamos a alistarnos. Llegaremos tarde si seguimos hablando de cosas sin importancia. —Changmin concluyó al levantarse de la mesa e ir él a la ducha esta vez.

—Sí, tienes razón.

Yunho concordó y se quedo sentado, mirándose los dedos, pensando que quizá Changmin no era tan hábil con su don de descifrarlo, porque él creyó que no se dio cuenta que lo que le dijo…

…fue una total mentira.



..




Desde su regreso a Gwanju, las cosas para Yunho y Changmin habían ido relativamente bien. Claro, al principio habían tenido que aguantar necesidad: habían tenido que dormir en hostales inmundos y extender sus horas de trabajo en la calle para poder comer como una persona decente. Sin embargo, aquella situación no duro mucho, porque para su fortuna, la vida los encontró con unos ángeles caídos del cielo: La familia Choi.

La familia Choi estaba compuesta por una señora ama de casa y su esposo general de la policía, los cuales vivían en una casa ubicada en un vecindario de clase media de Gwanju. Ellos encontraron a Yunho y a Changmin una noche en la que ellos no tenían donde dormir, por lo que les ofrecieron posada, y velaron por ellos hasta que el general le ofreció a Yunho entrenarlo para convertirlo en su cadete personal. Yunho no dudo en aceptar la oferta. Ser parte de la policía era algo que siempre había admirado y ahora tener la posibilidad de iniciar una carrera en ello le hacía mucho ilusión. 

Desde ese entonces, Yunho había estado trabajando todos los días en la casa de los Choi como aprendiz de cadete y con su sueldo, había podido meter a Changmin a una escuela de validación para que el chico pudiera terminar el bachillerato. Además, habían alquilado una habitación en una posada, lo que les aseguraba una estabilidad que nunca, desde que eran huérfanos, habían tenido.

Sus días de vender y casi que mendigar cosas en la calle aparentemente habían terminado.

Una nueva oportunidad les ofrecía la vida.

—Buenos días Señora Choi. —Yunho hizo una reverencia al ser recibido esa mañana en la casa de los Choi.

—Buenos días Yunho, ¿Cómo estás? —La mujer lo recibió con una sonrisa y lo invito a pasar a la sala de estar. —¿Cómo está el pequeño Min?

—Ya no es un pequeño Señora, ya tiene 16 años, pero no se preocupe, está bien. Lo acabo de dejar en la escuela.  

—Oh me alegro. —Ella asintió. —Mi marido salió muy temprano esta mañana y no creo que vuelva sino hasta después de las tres de la tarde, pero de igual forma te tengo un trabajo en la cochera. Necesito que arregles unos huecos del techo y que los cubras con madera. —La señora le explicó mientras lo guiaba hacia el cobertizo del patio trasero donde se guardaban todas las herramientas.

Yunho asintió a las órdenes y luego se dispuso a realizar la labor. 

Hoy parecía ser un día como cualquier otro.

Sin ninguna novedad.




..




Mirándose en el espejo de un carro estacionado, Jaejoong se arregló el cabello, se limpio la cara y se ajustó su chaqueta para verse lo mas presentable posible. Lo más confiable y carismático posible. No tenía que hacer mucho esfuerzo la verdad, su rostro era tan agradable que la gente no dudaba en entregarle su confianza…

…y caer entre sus garras.

Inhalando y exhalando aire, Jaejoong se colocó frente a la casa que su Jefe había elegido con anterioridad y presionó el timbre de la reja. En menos de lo esperado, una señora de unos 50 años salió por la puerta principal. Jaejoong sonrió al verla. Esto sería sencillo.

—Buenos días señora. ¿Esta su marido o alguna otra persona en casa? —Fue lo primero que preguntó para cerciorarse de que estuviera sola.

La mujer se mostró suspicaz. —No, ¿Por qué la pregunta?

—¡Oh! Qué pena, permítame presentarme primero. Soy estudiante de mercadeo y trabajo para la compañía Lotte, —Le dijo mientras le mostraba el logo de su chaqueta. —Estamos haciendo una encuesta sobre el nuevo producto de la compañía y nos gustaría saber su opinión ¿Le interesaría participar? No muchas personas han querido ayudarme y necesitó tener resultados de esta zona para antes del mediodía. —Dijo con apuro, como si la quisiera sentir obligada.

—¿Una encuesta?

—Sí, es muy breve, la única condición es que tiene que ser en un lugar donde podamos sentarnos, preferiblemente dentro de la casa, para que pueda probar el producto.

—Estoy un poco cansada, no tengo ánimos de realizar encuestas.

—Es corta, se lo aseguro.

—Bien, ¿Pero no podría hacerla aquí? ¿Afuera?

—No… necesitamos comodidad, y más si usted está cansada.

Al ver el rostro indeciso de la mujer, Jaejoong supo que tenía que ser más persuasivo. —Por favor, necesitó tener resultados lo más pronto posible o si no perderé el trabajo. No es nada complicado y será muy rápido ¿Podría ayudarme? —Con su cara de niño bueno, ojos grandes hermosos y piel blanca como la nieve, era difícil decir que no. Desde siempre, su capacidad de enternecer le había asegurado obtener todo lo que quería.

Bueno, casi todo. —Si lo dices así hijo, claro que te hare el favor. —Totalmente cautivada por el carisma del jovencito, la señora aceptó y no esperó para abrir la reja delantera de su casa, permitiéndole la entrada.

Jaejoong puso un pie dentro. —Gracias. —Una reverencia y Jaejoong gritó en su cabeza que una vez más alguien había caído.






Decoraciones en las paredes, vajilla de plata, porcelanas de cerámica y oro… si actuaba según el plan, esta casa podía ser más fructífera de lo que había pensado. Sin formalidades, Jaejoong se sentó en el sillón que le indicó la señora y saco de su maletín una tabla para apoyar y unas cuantas hojas donde anotaría las respuestas de la supuesta encuesta.

—¿Me ha dicho que no hay ningún familiar con usted en casa, cierto? —Preguntó de nuevo. Debía estar seguro para no arriesgarse. 

—Sí, mi marido salió esta mañana.

—Bien. —Jaejoong asintió. —Antes de  comenzar  me gustaría agradecerle por dejarme entrar en su casa. No muchas personas acceden a dejarse encuestar. Es algo complicado convencer a la gente… —Soltó una pequeña risa. —Pero es bueno encontrar a alguien con disposición de ayudar.

—Oh hijo, no tienes porque agradecerme, solo haces tu trabajo. Ahora, ¿De qué se trata la encuesta?

Volviendo a abrir su maleta, Jaejoong saco de ella el dichoso producto: una especie de jugo en una botella de plástico a la cual le habían pegado una etiqueta de la compañía. —Este nuevo Jugo será lanzando en unos meses, pero primero necesitamos la opinión de los compradores para saber cuáles son los sabores que más se ajustan a sus gustos. —Le explicó mientras le entregaba la botella. —¿Podría tomar un poco y decirme que le parece? No se preocupe, es nueva, nadie ha tomado antes de ella.

Sin sospechar nada, la mujer destapó la botella y tomó un sorbo. Una mezcla de fresa y mora fue lo que percibió su paladar. —Esta bueno. —Respondió con una sonrisa. —Cinco sobre cinco.

—Bien. —Jaejoong anotó en su hoja. —¿Ahora, puede probar este otro sabor? —Le entregó otra botella con otro sabor diferente y mientras la señora repetía el proceso, Jaejoong desvió su mirada a un lado; inspeccionando. Como había notado antes, había bastantes cosas valiosas, muchas en realidad, sería difícil elegir y más en el poco tiempo que tendría. Mientras indagaba, sus ojos se enfocaron en un cofre de madera el cual tenía tallado un nombre muy familiar.

“Yunjae”

Ese nombre, ese nombre era el de…

—En ese cofre están las cenizas de un perrito. —La señora explicó al notar como Jaejoong la había dejado de mirar y ahora estaba encandilado con aquel cofre de madera. —Una vez me encontré con unos chicos a los cuales su mascota se les había muerto. Lo cremamos y le hicimos ese cofre en su honor.

Jaejoong asintió por eso y bajó la cabeza. Era un poco extraño que esa historia concordara con lo que había pasado hacia algunos años, pero no podía ser posible que ese “Yunjae” se tratara del mismo “Yunjae” que él había tenido. ¿Verdad? —¿Cómo le pareció el sabor del segundo jugo? —Preguntó decidiendo que lo mejor era enfocarse en lo que había venido a hacer.  

—No tan bueno como el segundo, pero igual esta rico.

La mujer volvió a dar su aprobación y Jaejoong volvió a anotar en su hoja.

Por último, Jaejoong sacó de su maletín otra botella la cual le especificó que era de sabor melón, y que tenía que tomársela hasta la mitad para poder borrar de su boca los otros dos sabores de las otras bebidas.

Inocente, la señora hizo exactamente lo que le pidió y casi que se terminó el contenido de toda la botella. —También esta bueno. —Aseguró sonriente y de repente, un fuerte mareo le atacó la cabeza.

—¿Se siente bien? —Jaejoong preguntó “preocupado” al notar que los ingredientes extras estaban surtiendo efecto.

La mujer intentó estabilizarse. —Si… solo son cosas de la edad. —Respondió prestándole poca importancia.

—Oh veo. —Jaejoong se lamió los labios. Era hora, aturdida y con la guardia baja, estaba en las condiciones perfectas para poder ejecutar el primer motivo de esa visita. —Esto le parecerá extraño pero tengo que preguntarle algo. Necesito que me responda: ¿Conoce o a escuchado de un hombre llamado Lee Sooman?

La señora arrugó la frente. —¿Qué? ¿Por qué me pregunta eso? —¿A qué venía eso a colación?

—Respóndame, ¿Sabe si Lee Sooman vive en este vecindario?

—Nunca he escuchado de ese hombre, no lo conozco y lo que no entiendo es porque… me pregunta… —Su frase quedo a medias cuando una toz intensa le cerró la garganta y le impidió  tomar aire. Intentó entonces tomar un inhalador que estaba en la mesa de al lado, pero la mano de Jaejoong sobre la suya la frenó en seco.

—¿Qué…esta…haciendo?

—Necesito encontrar a Lee Sooman.

—¿Qué?... suélteme.

—Respóndame.

—¡No… ayuda!

Aterrada, la mujer intentó levantarse de la silla pero cuando lo hizo, el mareo se hizo más intenso y la obligo a quedarse sentada. Luego su vista se nublo, sus fuerzas se debilitaron y como bulto, cayó de cara al piso quedando totalmente desmayada. De inmediato, Jaejoong se acercó a ella y la comenzó a sacudir para confirmar que estuviera inconsciente. Le abrió los parpados y cuando estuvo completamente seguro de que no se despertaría en un buen rato, se alejó de ella y tomó su maletín.

Otra vez había tenido éxito en su misión.    

Sin perder tiempo, Jaejoong fue hasta el comedor y metió como pudo en su maletín la vajilla de plata que había localizado con anterioridad. Luego, se devolvió a la sala y tomo unas cuantas porcelanas con oro antes de dirigirse al segundo piso, más específicamente, a la habitación de la mujer.

En cuanto llegó allí, esculcó los cajones de la mesita de noche y el tocador, en busca de joyas, dinero y lo que fuera que encontrara de valor. Visualizó entonces una caja fuerte escondida detrás de un cuadro y con sus habilidades aprendidas a lo largo de los últimos años, la abrió dejando al descubierto una gran cantidad de dinero distribuido en fajos de billetes de 50.000 won.  Creyendo ganarse la lotería, Jaejoong hizo espacio en su ya atiborrada maleta y metió a brusconasos los billetes.

Convencido de que tenía lo necesario, Jaejoong estuvo dispuesto a abandonar la habitación, hasta que escuchó los pasos de alguien, abajo, en el primer piso. De inmediato corrió a esconderse detrás de la puerta.

—¡Señora Choi! ¡Señora Choi, ¿Dónde está?!

Era una voz masculina, probablemente la de un muchacho como él.
“¡Esa vieja estúpida me dijo que no había nadie!” Jaejoong reprochó en su cabeza.

Y en efecto, la casa no estaba a solas, porque donde Jaejoong había entrado a robar, era el mismo lugar donde Yunho había estado trabajando los últimos cinco años. Oh, que coincidencias depara la vida.

—¡Señora Choi!

Yunho llamó una vez más, pensando que el silencio era demasiado sospechoso. Al no oír respuesta, decidió entrar por la puerta de la cocina que daba salida al jardín trasero y llegó hasta la sala. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a la mujer completamente inerte sobre la alfombra.

De inmediato Yunho se arrodilló a revisar que le había sucedido. —¡Señora Choi, señora Choi! —La sacudió con violencia, tocándole el rostro. —¿Señora Choi, está bien?

La señora no reaccionó.

Angustiado, Yunho miró a todos lados en busca de respuestas. Unas botellas de jugo estaban sobre la mesa y el contenido de una estaba regado justo al lado de la mano de la mujer. ¿Acaso había sido envenenada?

De repente un sonido sordo retumbó en el piso de la segunda planta. Era obvio que no estaba solo, alguien se había metido y ahora estaba merodeando por toda la casa.

Un tanto temeroso, Yunho se dirigió hacia las escaleras y empezó a subirlas muy lentamente, con la precaución de no hacer ruido. Al llegar al segundo piso miró a ambos lados, cerciorándose de no quedar a la vista de los delincuentes. Al parecer el momento para desplegar todo su entrenamiento había llegado. Esta era la oportunidad para demostrar de lo que estaba hecho.

Agudizando su oído, Yunho pudo percibir que alguien estaba escondiéndose en la habitación de la señora Choi. Tomó una katana que tenía su General en uno de los pasillos del corredor y se aproximó muy sigilosamente a la puerta de la habitación. No tenía intenciones de herir a nadie, pero si alguien lo atacaba, al menos tendría con que defenderse.

Decidido a averiguar quién era el miserable ladrón, Yunho le dio una patada a la puerta y entró de golpe, quedando justo en medio de la habitación con la espada erizada y la vista fija al frente.

No vio a nadie, sin embargo, el sonido de unos pasos a sus espaldas…

Yunho se dio medio vuelta aun con la espada erguida y a centímetros de que esta degollara el cuello del intruso, sus manos se detuvieron.  

Los ojos de ambos se encontraron.

Jaejoong contuvo la respiración.

La expresión desafiante de Yunho se suavizó.

Ambos estaban ahí, frente a frente, en una bizarra situación en la que ninguno de los dos imaginó que se volverían a encontrar luego de cinco años.

Yunho bajó la katana.




..


Nota: Aquí estoy de vuelta con la segunda parte de este fic. Realmente esta semana se me vino una ráfaga de inspiración por lo que pude completar este capitulo. Les ruego que dejen comentarios, así tendré mas ganas para escribir.

Ustedes se estarán preguntando quien carajos es Lee Sooman (el del fic, no el verdadero XD), y bueno esa es una de las preguntas que se resolverán en esta parte del fic.

Esta etapa también tendrá 10 capítulos.

Gracias por leer.