Capítulo I: Ambos estaban ahí,
frente a frente, en una bizarra situación en la que ninguno de los dos imaginó
que se volverían a encontrar luego de cinco años.
Jisung se miró al espejo una vez
más.
Aunque
en el principio odiara su cicatriz y el parche en el ojo que se había tenido
que poner a causa de esta, ahora le resultaba atractivo como se veía en su rostro.
Le hacía lucir como alguien interesante, como alguien temible, y se podía
inventar miles de historias acerca de su origen; al menos algo más digno que lo
que realmente había sucedido.
Jisung
sonrió. Definitivamente le daba carácter y galanura ese parche en el ojo
izquierdo.
El timbre del celular de repente
interrumpió su auto-adulación.
Apartando
un instante sus ojos (o más bien su ojo) de su imagen, Jisung contestó su
celular. —¿Cómo conseguiste mi numero? —Dijo al reconocer a la voz que le
saludó al otro lado de la línea. Se trataba de un viejo amigo que no había
escuchado en años.
—El viejo salió de la
cárcel Ji, se está escondiendo en Gwanju.
Jisung expandió sus parpados. —¿Estás
seguro de lo que dices?
—Sí, varios de mis
compadres dicen que lo han visto. Esta acabado el vejete, los años en la cárcel
definitivamente le cobraron factura.
—¿Dónde
está?
—La ubicación exacta
no la sé, pero dicen que se esconde en una casa en Gwanju. No quiere que lo
encuentren, eso es seguro, sembró tantos enemigos en el pasado que
probablemente se tenga que esconder allí hasta el día de su muerte.
—Es
inteligente el vejete. —Jisung señaló mientras se sentaba en su sillón y
reposaba ambos pies sobre una mesa de centro. —La verdad no pensé que llegaría
el día en que me lo volvería a encontrar, pero al parecer ahora podre por fin
desahogarme.
—Por eso te llame
viejo amigo. Solo esperó que por fin te las puedas cobrar.
—Eso
hare, tenlo por seguro.
Despidiéndose
de su amigo, Jisung guardó su celular y en su rostro no tardo en aparecer una
gran sonrisa. “Así que el viejo esta suelto... Que interesante.” Pensó.
Como
había dicho antes, no pensó que el día en que lo volvería a encontrar llegara a
suceder. Se había resignado a quedarse con la espina por años, a olvidar por completo su rencor, pero al
parecer el momento de su venganza por fin había llegado. Por fin podría cobrárselas
al miserable ese.
Al miserable de Lee Sooman.
—¡Jaejoongie!
Jisung gritó desde su puesto al
tramar los detalles de su plan.
—¡Jaejoongie!
Gritó
de nuevo al no recibir respuesta y cuando estuvo a punto de levantarse para buscarlo
él mismo, un apuesto muchacho de 19 años; cabello negro, ojos grandes y piel
clara, apareció en la puerta. Era un chico realmente atractivo, encantador,
nada parecido al hombre que lo llamaba.
—¿Qué
pasa… Jefe? —El muchacho le preguntó
cuando se detuvo justo al frente.
—Avisa
a Junsu y a Yoochun que recojan sus cosas. En la mañana partiremos a Gwanju.
El
muchacho se tensó al escuchar el nombre de aquella ciudad, más sin embargo procuró
mostrarse no muy afectado y, asintiendo con la cabeza, se marchó a cumplir lo
que se le había encomendado. Al verlo irse por la puerta que había entrado,
Jisung solo se acomodó aun más en el sillón, sacando uno de sus bien conocidos
cigarros de su bolsillo.
Está definitivamente era una señal
de que su vida estaba a punto de cambiar.
..
“El cabello largo
negro, las manos ya no tan delicadas que se movían con prisa, el ceño fruncido
en su rostro… él concluyó que no había persona más hermosa que su madre, cuando
atendía a los clientes en su puesto de Hoddeok.
A él le gustaba ser su
asistente; le gustaba pasarle los ingredientes o servir de cajero, lo hacía
sentir útil, lo hacía sentir como si compartiera la carga que ella llevaba día
tras día en su espalda. Porque siendo madre soltera y sin un trabajo formal,
cada día era como una lucha por sobrevivir, una lucha por mantener un estilo de
vida honrado y lejos de los peligros de la pobreza.
Él, a su corta edad, sabía
que eso no era una tarea sencilla. Sabía que su madre se esforzaba mucho; que
pasaba hambre, dolencias e incomodidad, para brindarle así fuera un poco de pan
a la cena. Es por eso que la admiraba, admiraba como se levantaba temprano en
la mañana, llegaba al centro de la ciudad, sacaba su carrito y se esforzaba por
vender todos los hoddeok del día. Así le llegara la noche en ello.
A su lado, la miró una
vez más, viendo lo versátil que podía ser ella al preparar un hoddeok con una
mano, servir bebidas con la otra y con su atención fija en un cliente. Era una
luchadora, una mujer que no se rendía y que al contrario, buscaba la manera de
salir por sí misma.
Era su modelo a
seguir. Lo que deseaba ser cuando creciera.
Y si no hubiera pasado
ese infausto suceso, seguramente estarían los dos hoy en aquella plaza,
vendiendo hoddeoks a los transeúntes sin conocimiento de la tragedia que los
había separado”
“Riiiiiiiing,
riiiiiiiiiiiing”
El
sonido agudo del despertador hizo que Yunho despegara el rostro de su almohada
y aplastara el botón de Off con la
palma de su mano. Luego se sentó a regañadientes en la cama; se revolvió el
cabello, frotó sus parpados y desperezó su cuerpo.
Otra
vez había soñado con ella, en un recurrente sueño sobre su recuerdo más bonito
de la infancia: Cuando la acompañaba al centro a vender hoddeoks. Yunho sonrió agridulce; era agradable y al
mismo tiempo tormentoso tener que verla en su mente.
Tener
que oírla en su cabeza.
Tener
que rememorar que ya no estaba junto a él.
Ok,
este no era tiempo para mortificarse. Era hora de alistarse.
—Changmin.
—Llamó a su (ahora no tan pequeño) amigo, quien se encontraba totalmente
noqueado en la otra cama. —Changmin. —Repitió, irguiéndose en su puesto para
poder sacudir el hombro del otro chico.
El menor abrió uno de sus ojos. —¿Ya
es hora? —Preguntó con pesadez.
—Sí,
es hora. —Yunho le respondió y enseguida se quitó la camisa de dormir. —Y
espero que esta vez te alistes rápido. No quiero que vuelvas a llegar tarde.
—Le advirtió al entrar al baño y prender la ducha para meterse debajo del agua
helada. Tomó el jabón y se lo restregó por los hombros, pecho y parte de las piernas.
Changmin
hizo una mueca al levantarse de la cama y después se dirigió hacia el espejo
del tocador, queriendo revisar que tan mal había amanecido. Se veía espantoso. Con
un poco de crema se limpió la cara, esperando que eso lo hiciera ver como una
persona decente. Su mirada aterrizó después en un almanaque que tenían colocado
justo al lado del espejo.
En
el calendario, la fecha de ese día, estaba marcada con un círculo rojo. Era 15
de junio de 2005, exactamente cinco años después de su salida de Gongju.
Exactamente cinco años desde que habían llegado de nuevo a Gwanju. —Hoy es 15
de junio Yunho. —Changmin comentó al aire, como si no supiera la importancia de
aquella fecha.
Al
escucharlo, Yunho se paró de refregar. —¿Eh? ¿Qué dices? —Fingió desconcierto
aunque hubiera escuchado con claridad. No podía ser que Changmin fuera tan
insensible para mencionar esa fecha así como así ¿Verdad?
—Que
hoy hace cinco años salimos de Gongju y…
—Si
lo sé. —Lo interrumpió mientras salía de la ducha. —No me lo tienes que
recordar.
Por
el enojo en sus palabras y la expresión de su cara, Changmin supo que Yunho aun
no estaba recuperado. Que aun seguía atormentado por el mismo maldito tema: el
recuerdo de aquella personita que hacía rato debió olvidar. —Hyung, tienes que
superarlo. Ya ha pasado mucho tiempo.
—Ya
lo supere, solo no me gusta recordarlo.
—¿Recordar
que desde ese día no sabes nada de él?
—Recordar
lo que me hizo y lo que sufrí por sus mentiras. —Yunho declaró y se sentó en su
cama con una posición derrotada. —Sé que éramos solo niños, sin embargo yo aun
no puedo creer como tuvo el corazón para engañarme así. Jaejoong no merece amor
de nadie. Ya no me importa nada que tenga que ver con él.
—¿Y
por qué entonces sigues hablando de él como si te importara? —Changmin cuestionó
al flexionar sus piernas y sentarse sobre la mesa del tocador. —Lo que te hizo es
pasado y no tiene caso que sigas martirizándote por el mismo asunto. Jaejoong
solo fue alguien que conociste y que por fortuna nunca más vas a volver a ver.
Y
eso quizá era lo que más atormentaba el corazón de Yunho. Que él aun tenía la
esperanza de reencontrárselo, pese a todo el dolor que le había provocado. Que
masoquista podía ser.
—Hyung…
—Changmin abrió la boca pero luego se quedo callado, como si no supiera de qué
forma decir lo que quería decir. —¿Te puedo preguntar algo?
Yunho suspiró. —Dime.
—¿Tú…
aun lo amas?
Acorralado
por la pregunta, Yunho soltó un gruñido. Changmin siempre había tenido ese don:
Presionarlo hasta hacerle admitir lo que intentaba ocultar. Pero esta vez no
iba a ceder. —Claro que no Changmin. Mi amor por él murió ese 15 de abril
cuando nos fuimos de Gongju. Lo único que siento ahora es desprecio. Nada más
que desprecio.
Las
palabras sonaron tan dolidas, tan ardidas, que a Changmin le costó creer que
fueran ciertas. Aunque Yunho jurara y perjurara que odiaba a Jaejoong con toda
su alma, Changmin sabia que eso no era verdad; que su hyung solo intentaba
disfrazar con rencor lo que su corazón todavía sentía. Era patético, incluso
sentía pena ajena por la situación de su hyung. Sin embargo, ya no lo iba a
presionar más, ya suficiente tenia Yunho con su dolor para que él estuviera rozándole
y rozándole la herida.
—Bien
Hyung, mejor vamos a alistarnos. Llegaremos tarde si seguimos hablando de cosas
sin importancia. —Changmin concluyó al levantarse de la mesa e ir él a la ducha
esta vez.
—Sí,
tienes razón.
Yunho
concordó y se quedo sentado, mirándose los dedos, pensando que quizá Changmin
no era tan hábil con su don de descifrarlo, porque él creyó que no se dio
cuenta que lo que le dijo…
…fue una total mentira.
..
Desde
su regreso a Gwanju, las cosas para Yunho y Changmin habían ido relativamente
bien. Claro, al principio habían tenido que aguantar necesidad: habían tenido
que dormir en hostales inmundos y extender sus horas de trabajo en la calle
para poder comer como una persona decente. Sin embargo, aquella situación no
duro mucho, porque para su fortuna, la vida los encontró con unos ángeles
caídos del cielo: La familia Choi.
La
familia Choi estaba compuesta por una señora ama de casa y su esposo general de
la policía, los cuales vivían en una casa ubicada en un vecindario de clase
media de Gwanju. Ellos encontraron a Yunho y a Changmin una noche en la que ellos
no tenían donde dormir, por lo que les ofrecieron posada, y velaron por ellos hasta
que el general le ofreció a Yunho entrenarlo para convertirlo en su cadete
personal. Yunho no dudo en aceptar la oferta. Ser parte de la policía era algo
que siempre había admirado y ahora tener la posibilidad de iniciar una carrera
en ello le hacía mucho ilusión.
Desde
ese entonces, Yunho había estado trabajando todos los días en la casa de los
Choi como aprendiz de cadete y con su sueldo, había podido meter a Changmin a
una escuela de validación para que el chico pudiera terminar el bachillerato.
Además, habían alquilado una habitación en una posada, lo que les aseguraba una
estabilidad que nunca, desde que eran huérfanos, habían tenido.
Sus
días de vender y casi que mendigar cosas en la calle aparentemente habían
terminado.
Una nueva oportunidad les ofrecía la
vida.
—Buenos
días Señora Choi. —Yunho hizo una reverencia al ser recibido esa mañana en la
casa de los Choi.
—Buenos
días Yunho, ¿Cómo estás? —La mujer lo recibió con una sonrisa y lo invito a
pasar a la sala de estar. —¿Cómo está el pequeño Min?
—Ya
no es un pequeño Señora, ya tiene 16 años, pero no se preocupe, está bien. Lo
acabo de dejar en la escuela.
—Oh
me alegro. —Ella asintió. —Mi marido salió muy temprano esta mañana y no creo
que vuelva sino hasta después de las tres de la tarde, pero de igual forma te
tengo un trabajo en la cochera. Necesito que arregles unos huecos del techo y
que los cubras con madera. —La señora le explicó mientras lo guiaba hacia el
cobertizo del patio trasero donde se guardaban todas las herramientas.
Yunho
asintió a las órdenes y luego se dispuso a realizar la labor.
Hoy parecía ser un día como
cualquier otro.
Sin ninguna novedad.
..
Mirándose
en el espejo de un carro estacionado, Jaejoong se arregló el cabello, se limpio
la cara y se ajustó su chaqueta para verse lo mas presentable posible. Lo más
confiable y carismático posible. No tenía que hacer mucho esfuerzo la verdad,
su rostro era tan agradable que la gente no dudaba en entregarle su confianza…
…y caer entre sus garras.
Inhalando
y exhalando aire, Jaejoong se colocó frente a la casa que su Jefe había elegido
con anterioridad y presionó el timbre de la reja. En menos de lo esperado, una
señora de unos 50 años salió por la puerta principal. Jaejoong sonrió al verla.
Esto sería sencillo.
—Buenos
días señora. ¿Esta su marido o alguna otra persona en casa? —Fue lo primero que
preguntó para cerciorarse de que estuviera sola.
La mujer se mostró suspicaz. —No,
¿Por qué la pregunta?
—¡Oh!
Qué pena, permítame presentarme primero. Soy estudiante de mercadeo y trabajo
para la compañía Lotte, —Le dijo mientras le mostraba el logo de su chaqueta.
—Estamos haciendo una encuesta sobre el nuevo producto de la compañía y nos
gustaría saber su opinión ¿Le interesaría participar? No muchas personas han
querido ayudarme y necesitó tener resultados de esta zona para antes del
mediodía. —Dijo con apuro, como si la quisiera sentir obligada.
—¿Una
encuesta?
—Sí,
es muy breve, la única condición es que tiene que ser en un lugar donde podamos
sentarnos, preferiblemente dentro de la casa, para que pueda probar el
producto.
—Estoy un poco cansada, no tengo
ánimos de realizar encuestas.
—Es corta, se lo aseguro.
—Bien, ¿Pero no podría hacerla aquí?
¿Afuera?
—No… necesitamos comodidad, y más si
usted está cansada.
Al
ver el rostro indeciso de la mujer, Jaejoong supo que tenía que ser más
persuasivo. —Por favor, necesitó tener resultados lo más pronto posible o si no
perderé el trabajo. No es nada complicado y será muy rápido ¿Podría ayudarme?
—Con su cara de niño bueno, ojos grandes hermosos y piel blanca como la nieve,
era difícil decir que no. Desde siempre, su capacidad de enternecer le había
asegurado obtener todo lo que quería.
Bueno,
casi todo. —Si lo dices así hijo, claro que te hare el favor. —Totalmente
cautivada por el carisma del jovencito, la señora aceptó y no esperó para abrir
la reja delantera de su casa, permitiéndole la entrada.
Jaejoong
puso un pie dentro. —Gracias. —Una reverencia y Jaejoong gritó en su cabeza que
una vez más alguien había caído.
Decoraciones
en las paredes, vajilla de plata, porcelanas de cerámica y oro… si actuaba
según el plan, esta casa podía ser más fructífera de lo que había pensado. Sin formalidades,
Jaejoong se sentó en el sillón que le indicó la señora y saco de su maletín una
tabla para apoyar y unas cuantas hojas donde anotaría las respuestas de la
supuesta encuesta.
—¿Me
ha dicho que no hay ningún familiar con usted en casa, cierto? —Preguntó de nuevo.
Debía estar seguro para no arriesgarse.
—Sí,
mi marido salió esta mañana.
—Bien.
—Jaejoong asintió. —Antes de
comenzar me gustaría agradecerle
por dejarme entrar en su casa. No muchas personas acceden a dejarse encuestar.
Es algo complicado convencer a la gente… —Soltó una pequeña risa. —Pero es
bueno encontrar a alguien con disposición de ayudar.
—Oh
hijo, no tienes porque agradecerme, solo haces tu trabajo. Ahora, ¿De qué se
trata la encuesta?
Volviendo
a abrir su maleta, Jaejoong saco de ella el dichoso producto: una especie de
jugo en una botella de plástico a la cual le habían pegado una etiqueta de la
compañía. —Este nuevo Jugo será lanzando en unos meses, pero primero
necesitamos la opinión de los compradores para saber cuáles son los sabores que
más se ajustan a sus gustos. —Le explicó mientras le entregaba la botella.
—¿Podría tomar un poco y decirme que le parece? No se preocupe, es nueva, nadie
ha tomado antes de ella.
Sin
sospechar nada, la mujer destapó la botella y tomó un sorbo. Una mezcla de
fresa y mora fue lo que percibió su paladar. —Esta bueno. —Respondió con una
sonrisa. —Cinco sobre cinco.
—Bien.
—Jaejoong anotó en su hoja. —¿Ahora, puede probar este otro sabor? —Le entregó otra
botella con otro sabor diferente y mientras la señora repetía el proceso,
Jaejoong desvió su mirada a un lado; inspeccionando. Como había notado antes,
había bastantes cosas valiosas, muchas en realidad, sería difícil elegir y más
en el poco tiempo que tendría. Mientras indagaba, sus ojos se enfocaron en un
cofre de madera el cual tenía tallado un nombre muy familiar.
“Yunjae”
Ese
nombre, ese nombre era el de…
—En
ese cofre están las cenizas de un perrito. —La señora explicó al notar como Jaejoong
la había dejado de mirar y ahora estaba encandilado con aquel cofre de madera.
—Una vez me encontré con unos chicos a los cuales su mascota se les había
muerto. Lo cremamos y le hicimos ese cofre en su honor.
Jaejoong
asintió por eso y bajó la cabeza. Era un poco extraño que esa historia
concordara con lo que había pasado hacia algunos años, pero no podía ser
posible que ese “Yunjae” se tratara del mismo “Yunjae” que él había tenido.
¿Verdad? —¿Cómo le pareció el sabor del segundo jugo? —Preguntó decidiendo que lo
mejor era enfocarse en lo que había venido a hacer.
—No
tan bueno como el segundo, pero igual esta rico.
La mujer volvió a dar su aprobación
y Jaejoong volvió a anotar en su hoja.
Por
último, Jaejoong sacó de su maletín otra botella la cual le especificó que era
de sabor melón, y que tenía que tomársela hasta la mitad para poder borrar de
su boca los otros dos sabores de las otras bebidas.
Inocente,
la señora hizo exactamente lo que le pidió y casi que se terminó el contenido
de toda la botella. —También esta bueno. —Aseguró sonriente y de repente, un
fuerte mareo le atacó la cabeza.
—¿Se
siente bien? —Jaejoong preguntó “preocupado” al notar que los ingredientes
extras estaban surtiendo efecto.
La
mujer intentó estabilizarse. —Si… solo son cosas de la edad. —Respondió prestándole
poca importancia.
—Oh
veo. —Jaejoong se lamió los labios. Era hora, aturdida y con la guardia baja,
estaba en las condiciones perfectas para poder ejecutar el primer motivo de esa
visita. —Esto le parecerá extraño pero tengo que preguntarle algo. Necesito que
me responda: ¿Conoce o a escuchado de un hombre llamado Lee Sooman?
La
señora arrugó la frente. —¿Qué? ¿Por qué me pregunta eso? —¿A qué venía eso a colación?
—Respóndame,
¿Sabe si Lee Sooman vive en este vecindario?
—Nunca
he escuchado de ese hombre, no lo conozco y lo que no entiendo es porque… me
pregunta… —Su frase quedo a medias cuando una toz intensa le cerró la garganta y
le impidió tomar aire. Intentó entonces
tomar un inhalador que estaba en la mesa de al lado, pero la mano de Jaejoong
sobre la suya la frenó en seco.
—¿Qué…esta…haciendo?
—Necesito
encontrar a Lee Sooman.
—¿Qué?...
suélteme.
—Respóndame.
—¡No…
ayuda!
Aterrada,
la mujer intentó levantarse de la silla pero cuando lo hizo, el mareo se hizo
más intenso y la obligo a quedarse sentada. Luego su vista se nublo, sus
fuerzas se debilitaron y como bulto, cayó de cara al piso quedando totalmente desmayada.
De inmediato, Jaejoong se acercó a ella y la comenzó a sacudir para confirmar
que estuviera inconsciente. Le abrió los parpados y cuando estuvo completamente
seguro de que no se despertaría en un buen rato, se alejó de ella y tomó su
maletín.
Otra vez había tenido éxito en su
misión.
Sin
perder tiempo, Jaejoong fue hasta el comedor y metió como pudo en su maletín la
vajilla de plata que había localizado con anterioridad. Luego, se devolvió a la
sala y tomo unas cuantas porcelanas con oro antes de dirigirse al segundo piso,
más específicamente, a la habitación de la mujer.
En
cuanto llegó allí, esculcó los cajones de la mesita de noche y el tocador, en
busca de joyas, dinero y lo que fuera que encontrara de valor. Visualizó entonces
una caja fuerte escondida detrás de un cuadro y con sus habilidades aprendidas
a lo largo de los últimos años, la abrió dejando al descubierto una gran
cantidad de dinero distribuido en fajos de billetes de 50.000 won. Creyendo ganarse la lotería, Jaejoong hizo
espacio en su ya atiborrada maleta y metió a brusconasos los billetes.
Convencido
de que tenía lo necesario, Jaejoong estuvo dispuesto a abandonar la habitación,
hasta que escuchó los pasos de alguien, abajo, en el primer piso. De inmediato
corrió a esconderse detrás de la puerta.
—¡Señora Choi! ¡Señora Choi, ¿Dónde
está?!
Era
una voz masculina, probablemente la de un muchacho como él.
“¡Esa vieja estúpida me
dijo que no había nadie!”
Jaejoong reprochó en su cabeza.
Y
en efecto, la casa no estaba a solas, porque donde Jaejoong había entrado a
robar, era el mismo lugar donde Yunho había estado trabajando los últimos cinco
años. Oh, que coincidencias depara la vida.
—¡Señora
Choi!
Yunho
llamó una vez más, pensando que el silencio era demasiado sospechoso. Al no oír
respuesta, decidió entrar por la puerta de la cocina que daba salida al jardín
trasero y llegó hasta la sala. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a la mujer
completamente inerte sobre la alfombra.
De
inmediato Yunho se arrodilló a revisar que le había sucedido. —¡Señora Choi,
señora Choi! —La sacudió con violencia, tocándole el rostro. —¿Señora Choi,
está bien?
La señora no reaccionó.
Angustiado,
Yunho miró a todos lados en busca de respuestas. Unas botellas de jugo estaban
sobre la mesa y el contenido de una estaba regado justo al lado de la mano de
la mujer. ¿Acaso había sido envenenada?
De
repente un sonido sordo retumbó en el piso de la segunda planta. Era obvio que no
estaba solo, alguien se había metido y ahora estaba merodeando por toda la
casa.
Un
tanto temeroso, Yunho se dirigió hacia las escaleras y empezó a subirlas muy
lentamente, con la precaución de no hacer ruido. Al llegar al segundo piso miró
a ambos lados, cerciorándose de no quedar a la vista de los delincuentes. Al
parecer el momento para desplegar todo su entrenamiento había llegado. Esta era
la oportunidad para demostrar de lo que estaba hecho.
Agudizando
su oído, Yunho pudo percibir que alguien estaba escondiéndose en la habitación
de la señora Choi. Tomó una katana que tenía su General en uno de los pasillos
del corredor y se aproximó muy sigilosamente a la puerta de la habitación. No
tenía intenciones de herir a nadie, pero si alguien lo atacaba, al menos
tendría con que defenderse.
Decidido
a averiguar quién era el miserable ladrón, Yunho le dio una patada a la puerta
y entró de golpe, quedando justo en medio de la habitación con la espada
erizada y la vista fija al frente.
No vio a nadie, sin embargo, el
sonido de unos pasos a sus espaldas…
Yunho
se dio medio vuelta aun con la espada erguida y a centímetros de que esta degollara
el cuello del intruso, sus manos se detuvieron.
Los ojos de ambos se encontraron.
Jaejoong contuvo la respiración.
La expresión desafiante de Yunho se
suavizó.
Ambos
estaban ahí, frente a frente, en una bizarra situación en la que ninguno de los
dos imaginó que se volverían a encontrar luego de cinco años.
Yunho bajó la katana.
..
Nota: Aquí estoy de vuelta con la segunda parte de este fic. Realmente esta semana se me vino una ráfaga de inspiración por lo que pude completar este capitulo. Les ruego que dejen comentarios, así tendré mas ganas para escribir.
Ustedes se estarán preguntando quien carajos es Lee Sooman (el del fic, no el verdadero XD), y bueno esa es una de las preguntas que se resolverán en esta parte del fic.
Esta etapa también tendrá 10 capítulos.
Gracias por leer.