Capitulo V: Cualquier
atisbo de humildad en su alma se fue borrando, la vida misma le había enseñado
que ser bueno no era bien recompensado.
Jung
Seojin era la única hija de una familia de chatarreros, la cual vivía en una
desechable casa, ubicada en un vecindario invasor en la periferia de la ciudad
de Gongju. La casa se encontraba hecha por latas y cartón, los cuales su padre
conseguía por su trabajo como recolector de basura. Pasaban mucha necesidad;
algunos días solo tenían un plato de ramen para comer y otros días ni eso. Las
inundaciones eran frecuentes y derechos básicos como la salud y la educación,
era algo a lo que solo podían llegar a aspirar. Aun así y pese a todos los
problemas, Seojin era una niña muy feliz.
Delgada,
de tez blanca, labios color durazno y cabello negro, la niña era conocida en el
vecindario por su belleza y alegría. Le gustaba hacerse amiga de todos, ayudar
a los demás y reírse hasta dolerle el estomago. A pesar de que su padre era un
hombre machista, violento tanto con su madre como con ella, Seojin intentaba
ver la cara buena de la vida. Intentaba mantenerse feliz o de lo contrario
moriría de tristeza.
Era
una vida injusta debía admitir, sin embargo ella lo aceptaba. Ella lo aceptaba
con la mayor de las sonrisas.
“Seojin,
ve por tu padre que está en la taberna. Ya es hora de que vuelva a casa”
Su
madre, Sooyun, le ordenó una noche en la que su padre otra vez se había ido de
juerga con sus amigos. Además de pobre, al hombre le encantaba gastarse el poco
dinero que tenían en la mala vida.
Sonriente,
Seojin salió de su casa en la noche y se fue a la taberna donde su padre
acostumbraba ir. Llegó al sitio de mala muerte, el cual estaba iluminado por
unas cuantas lámparas de techo y un mostrador. Había muchas personas, la
mayoría hombres y el ambiente se sentía pesado, probablemente por el humo de
los cigarrillos y el olor a alcohol. La pequeña Seojin de ocho años se abrió
paso entre los hombres y llegó a una de las mesas.
Lo
que vio la dejo erizada.
En
un sillón, estaba su padre totalmente ebrio y encima de él se encontraba una
jovencilla de no más de 18 años, casi desnuda y también borracha. Su padre le
estaba tocando las partes intimas, manoseándola como si no fuera un hombre
casado.
Seojin
se sintió morir en ese momento.
―Cariño~
―Su padre le sonrió al verla en frente suyo. Seojin arrugó el entrecejo, él
nunca era afectuoso cuando le dirigía la palabra. ―Ven, ven con nosotros.
Tomándola
de la mano, su padre la instigó a tomar asiento al lado de un hombre que lo
estaba acompañado. El hombre; viejo, robusto y con lentes, se veía algo
diferente a los demás sujetos que visitaban esa taberna. Su ropa lucia
majestuosa y cara, de verdad parecía que ese hombre no era el simple diablo que
acostumbraba visitar esa clase de lugares. Se veía que era alguien importante,
alguien que imponía tanto respeto como temor con su presencia.
―¿Qué
hace una chiquita como tú en un bar como este? ―El hombre le preguntó a Seojin
y no dudo en colocar una mano sobre su muslo. Aterrada, Seojin buscó el auxilio
de su padre, pero este estaba tan entretenido con la prostituta, que no le
importó que un viejo verde estuviera acosando a su propia hija.
Luego,
el hombre fue subiendo cada vez más y más su mano, y aterrizó por encima de los
pantis de la pequeña. Seojin pensó que no tenía escapatoria, hasta que un
muchacho moreno de aproximadamente trece años de edad, se presentó al lado del
hombre. ―¿Qué más necesita… Jefe? ―Le
preguntó mientras le entregaba una botella de Soju.
El
hombre negó con su cabeza. ―Eso es todo Ji.
Asintiendo,
el chico estuvo a punto de irse, hasta que se encontró con la mirada de la niña,
quien parecía decir con sus ojos: Ayuda.
Él entendió de inmediato que era lo que ella pedía, y sin pensarlo demasiado,
tomó la botella de soju que había puesto sobre la mesa y la desocupó sobre el
regazo del hombre. Seojin tomó eso como una oportunidad para escapar, por lo
que salió corriendo hacia la salida de la taberna, no sin antes ver como el
hombre tomaba la botella y enfurecido, la estrellaba contra la mejilla de aquel
chico, dejándolo tendido sobre el suelo.
Seojin
corrió unas cuantas cuadras y luego se escondió detrás de un muro, recargándose
en él hasta caer al piso. Ella comenzó a llorar, no por los acosos del hombre,
sino por descubrir a su padre engañando a su madre. Aunque a su corta edad,
ella sabía que su padre no era precisamente el hombre más correcto del mundo,
jamás se le paso por la cabeza que pudiera ser capaz de hacer algo como eso.
Toda su ilusión de familia pobre pero feliz se fue al caño en un segundo.
―Niña.
―De repente, el chico del bar apareció frente a sus ojos. Un morado bastante
perturbador se le había formado en la mejilla. ―¿Estás bien?
Seojin
se limpió las lágrimas con el dorso de su mano. ―No. ―Dijo con honestidad. ―¿Tu
estas bien?
―No.
―El chico respondió con una sonrisa amarga y se sentó a su lado. ―Pero no
importa, estoy acostumbrado a los golpes. No es nada.
―¿Hice
que te metieras en problemas?
―Siempre
me meto en problemas, aunque esta vez creo que valió la pena. ¿Cómo te llamas?
―Jung
seojin. —Ella respondió.
―Qué
lindo nombre Seojin, yo me llamo Jisung, Kim Jisung.
La
chiquilla sonrío, ahora un poco más calmada. ―¿Vives en este vecindario? Nunca
te había visto por aquí.
―A
mi Jefe le gusta venir por aquí. Vivo
en el vecindario de al lado en una gran casa en una esquina. Quizá nos podamos
ver más seguido entonces.
―Sí.
―Seojin asintió. ―Espero que podamos ser buenos amigos. ―Alegre, formó un
corazón con sus brazos sobre su cabeza, haciendo que Jisung sonriera por el
gesto. “¡Que tierna!” él pensó.
—¡Seojin! , ¡Seojin, ¿Dónde estás?!
¡Vuelve a casa!
Se
escuchó la voz de una señora entre las calles. La pequeña abrió sus ojos al
reconocer que la voz pertenecía a su madre. —Tengo que irme, pero prométeme que
nos vamos a volver a ver, ¿Si? —Seojin le mostró el meñique para sellar su
promesa.
Jisung
reunió su meñique con el de la niña. —Lo prometo.
Sonriendo,
Seojin se levantó del suelo y se marchó corriendo hacia su madre. Su tristeza de
hacia unos minutos había desaparecido; la simpatía de ese chico había sido
suficiente para borrar la desolación que le provocó ver a su padre en esa
condición.
Viéndola
alejarse con velocidad, Jisung se recostó contra la pared y suspiró al cielo.
Presentía que las interacciones entre la pequeña Seojin y él no solo acabarían
en este encuentro, y que ambas vidas terminarían relacionándose más de lo que se
pudiera imaginar.
..
Jisung
era un chico que no había tenido las cosas fáciles en la vida. Su padre era
dueño de un restaurante de mariscos, el cual fracasó cuando un mal negocio hizo
que se quedara en la ruina. Desesperado, el hombre no pensó en otra opción que intercambiar
a su hijo a un Jefe de la mafia, Lee Sooman, con el fin de que este le ayudara
a levantar de nuevo su negocio. Jisung fue obligado entonces a alejarse de su
familia y vivir en la residencia del señor Lee, la cual estaba en un vecindario
limítrofe de la ciudad, no muy lejos del barrio donde vivía Seojin. Por
supuesto, el restaurante prosperó de nuevo, pero la vida del pequeño Jisung fue
tomada como pago y ahora no le pertenecía a él.
Le
pertenecía al Jefe que ahora serviría
hasta el día de su muerte.
La
vida al lado de Lee Sooman era dura. Jisung, más que su empleado, era como su
esclavo y debía obedecerle hasta la más mínima orden. Si el Jefe quería que le
lustraran los zapatos, Jisung debía hacerlo, si el Jefe quería herir a alguno
de sus enemigos, Jisung debía ser el que cometiera el delito. Al principio, el
violento mundo de la mafia fue complicado para un incauto muchacho como Jisung,
sin embargo con el pasar del tiempo, él se fue acostumbrado.
Al
igual que Seojin, se terminó resignando a la mala vida que le había tocado.
Sin
embargo, Jisung no estaba del todo conforme con su situación, puesto que,
aunque el Jefe se comportará condescendiente y hasta a veces amigable con él, Jisung
no podía olvidar que él era su dueño. Que era la persona que le había quitado
su niñez para convertirlo en su esclavo. Y eso era lo que más le dolía. No
tener siquiera el derecho a la libertad. A decidir por su cuenta.
Y
por eso, muchas veces Jisung deseaba vengarse de su Jefe.
En
ocasiones, el muchacho se comportaba necio o simplemente fingía olvidar algún
recado, con el único propósito de enojar a Sooman y que este lo echara de su
lado. Por el contrario, lo que conseguía no era más que golpizas y crueles
maltratos que incluso podían mandarlo al hospital. El Jefe no era más que su
verdugo y Jisung lo tenía claro, por lo que siempre se repetía una y otra vez
que algún día se las cobraría.
Algún
día él sería el que tendría el poder en sus manos.
Él
seria al que llamarían… Jefe.
―¿Vives
en este vecindario? Nunca te había visto por aquí… Espero que podamos ser
buenos amigos.
Y
cuando conoció a la inocente y vivaz Seojin, su mundo comenzó a tener un poco
mas de color.
Ella
era una chica pobre, sin suerte al igual que él, solo que a diferencia de él,
ella veía las cosas con mayor optimismo. No guardaba rencor ni auto lastima en
su corazón, ella lo hacía vivir cada día como si fuera el regalo más valioso de
todos. Le hacía disfrutar tanto de las buenas como de las malas cosas de este
cruel mundo.
Por
eso, cada vez que su Jefe iba al barrio de Seojin para visitar tabernas en
busca de prostitutas y alcohol, Jisung se escabullía y visitaba a la niña en
una pequeña montaña cerca a la casa de ella. Allí se contaban historias, comían
hoddeoks (la comida favorita de ella) y pasaban el rato hasta que Jisung
tuviera que volver al lado de su Jefe.
Seojin
para Jisung era como una mariposa, tan insignificante y roñosa para algunos, y
tan hermosa y agraciada para otros. Era revitalizadora, era jovial… era la
única cosa buena que tenía en su vida.
Porque
lo demás solo era un vil recordatorio de su mala suerte.
Después,
los años fueron pasando, ellos dejaron de ser dos niños confundidos para
convertirse en dos adolescentes, dentro de un mundo cada vez más indolente. Un
mundo en donde aparentemente las personas buenas no tienen poder sobre la
maldad.
—¡¡¡¿Cómo te atreviste a robarme,
eh?!!!
Lee
Sooman le reclamó a Jisung un día en que este decidió tomar dinero sin su
permiso, para poder invitar a Seojin a la feria de la ciudad. Jisung no creyó
que se daría cuenta, pensó que como solo se trataba de una insignificante suma
de billetes, el Jefe lo pasaría por alto. Pero estaba equivocado; a pesar de
que el hombre estuviera nadando en dinero, él atesoraba cada uno de sus billetes
como si fuera la más inmensa fortuna.
Así
de avaro era.
—¡No
puedo creer que me hayas hecho algo como esto! —El Jefe le gritó. —¡¿Así es
como me pagas después de que te acobijé y te di refugio, cuando el patán de tu
padre decidió intercambiarte por un miserable préstamo?!
Jisung
bajó la cabeza, llorando discretamente. No le gustaba que le recordaran lo
insensible que había sido su propio padre con él.
—No
voy a pasar por alto tu insolencia…
… No entiendo porque
te estás comportando así, pero sea lo que sea, nunca debes olvidar que ahora
estas aquí por mi ayuda. Sin mí, tú no eres nadie.
Sin
mí, tú no eres nadie.
Afirmando
esto, el Jefe sacó de su bolsillo la vara que acostumbraba usar cuando su esclavo
se atrevía a desobedecerlo, y lo obligó a desnudarse de pies a cabeza y ponerse
de rodillas. A continuación, sin titubeos, el Jefe empezó a apalearlo tan
fuerte que no tardo en derribarlo en el suelo. A pesar de que Jisung estaba habituado
a esa clase de castigos, esta vez el Jefe parecía no querer dejarlo ir tan
pronto. Parecía como si quisiera acabar con él de una vez por todas.
—¡Espere…
no más! ¡No… mas! ¡Tenga piedad… por favor!
Jisung
suplicó como pudo. Si el Jefe seguía pegándole así, muy probablemente
terminaría matándolo.
No
obstante, el hombre no se detuvo, de hecho, sus golpes se fueron volviendo cada
vez más violentos.
—¡Lo
siento…! ¡Lo siento! —Jisung aulló de dolor. —¡¡¡Le prometo… no lo volveré… a hacer!!! ¡No le volveré a
robar!
Haciendo
caso omiso a sus lloriqueos, el Jefe siguió golpeándolo hasta que el muchacho
se desmayó por el dolor. Al verlo totalmente inerte en el suelo, Sooman se
detuvo y les ordenó a los demás empleados que no lo auxiliaran. pese a que era
evidente que requería con urgencia ayuda médica inmediata.
Jisung
quedo tendido en el suelo unos cuantos minutos, hasta que recobró conciencia y se
levantó como pudo del piso, mientras buscaba sus pantalones. Después, malherido
y cojeando, salió de la casa yendo en busca de consuelo, en busca de la única
persona que podría aliviarlo del dolor tan grande que estaba sintiendo:
Seojin.
—¡Jisung!
La
muchacha gritó sobresaltada al ver al moribundo chico aproximarse a su casa.
Este estaba cojeando; con el labio roto, el ojo inflamado, varios moretones en
su torso desnudo y una herida bastante prominente en la cabeza. Seojin no esperó
para acercársele y acunarlo entre sus brazos. Verlo así le provocaba una
tristeza extrema.
—¿Qué
sucedió? —Le preguntó una vez que pudo controlar su angustia.
Jisung
levantó el rostro, estaba a punto de llorar. —Solo quería hacer algo bonito…
por ti.
Seojin
sollozó por la respuesta y volvió a abrazar a su amigo, sintiendo como sus
propias lágrimas resbalaban por sus mejillas. Luego, sin pensarlo mucho, ella
juntó sus labios siendo correspondida por la boca rota de Jisung, quien la besó
como si su vida dependiera de ello. Ellos estaban enamorados, ya no lo podían
ocultar, ya no lo podían seguir evadiendo… al parecer estaban hechos el uno para
el otro.
—Lo
odio. —Jisung espetó luego de separarse de la boca de su amada. —Odio a Lee
Sooman con toda mi alma… y algún día se las voy a cobrar.
—Jisung
no hables por favor, tienes que descansar.
—No,
no descansare, no descansare hasta tener el poder. No descansare hasta tenerlo
doblegado frente a mí. —Jisung la miró, ahora con un viso en sus ojos que
Seojin nunca le había visto. Ya no estaba afligido ni derrotado, ahora parecía
que solo deseaba cobrar venganza.
No
prestándole demasiada atención a ese extraño cambio de parecer, Seojin ayudó a
Jisung a caminar hasta la entrada de su casa para poder curarle las heridas.
Para que el resentimiento que ahora habitaba en el corazón de Jisung no
siguiera creciendo más.
Aunque
ella presentía, muy dentro de sí, que no sería capaz de detenerlo.
..
Desde
ese día Jisung cambió para siempre.
Él
se había endurecido, había aprendido a dejar su sumisión atrás para ser alguien
respetado. Alguien temido. Había aprendido también las ventajas que dan el
dinero y el poder, y la dulce miel de tener ambas cosas. Aunque seguía estando
bajo las ordenes de su Jefe, Jisung cada día aspiraba a ser como él, cada día
aspiraba derrocar su trono, y vivir su vida llena de lujos, parranda y mujeres.
Cualquier atisbo de humildad en su alma se fue borrando, la vida misma le había
enseñado que ser bueno no era bien recompensado.
Seojin,
por otro lado, también deseaba salir de la pobreza, pero para tener una vida más
digna. Tener una bella casa y una familia con su siempre amado… Jisung. Porque
si, ellos se habían enamorado hasta tal punto de no visualizar su vida sin el otro
a su lado, mas sin embargo, en esa relación que al principio primaba el amor.
Ahora
solo era dependencia.
Porque
al parecer, ya no era tan idílica como antes.
Jisung
ya no la quería como antes.
―Hija,
tienes que ayudarme con los quehaceres de la casa. No puedes estar todo el día
en la calle con ese novio que tienes. ―La señora Sooyun le
dijo al verla regresar una noche a la casa.
―Sí,
madre. ―Con la voz apagada, Seojin le contestó, bajando la cabeza mientras se cubría
el rostro con el pelo, como si quisiera ocultar algo.
La
señora Jung se dio cuenta que algo estaba mal. Caminando hacia ella, la mujer le
levantó el rostro por el mentón, notando que su hija tenía el ojo morado. Al
instante se alarmó. Esta no era la primera vez que veía a su hija con esa clase
de heridas. ―Seojin, no puedes seguir tolerando que ese Jisung te golpeé cuando
se le dé la gana. No puedes ser como yo… que aguante toda la vida los insultos
y maltratos de tu padre.
―Fue
mi culpa madre. Se enojó porque estaba hablando con unos muchachos a quien no
conocía.
―Eso
no es excusa para su comportamiento, lo estás justificando.
―Sé
que no lo hizo con mala intención….
Cuando
la señora Jung estuvo a punto de refutar ese argumento, alguien golpeó la
puerta, interrumpiendo su discusión. Acercándose para abrirla, la señora Jung
quedo confundida al ver que quien estaba detrás de la puerta, era un hombre
robusto y de edad, el cual sostenía un ramo de flores.
Seojin
abrió la boca sorprendida al reconocer a aquel hombre: Se trataba del Jefe de
Jisung, el señor Lee Sooman. A decir verdad, aparte de aquel incidente en la
taberna hacía muchos años atrás, ella nunca había cruzado mayor palabra con el
sujeto. No le agradaba, según lo que había visto y lo que le había hecho a Jisung,
él era un hombre despreciable. Si a su novio no le gustaba, a ella tampoco
debía gustarle.
―Buenas
noches señoritas, espero que no haya sido descortés mi llegada. ―Él dijo,
entrando sin ningún reparo a la casa.
La
señora Jung se colocó al frente, no gustándole para nada aquel hombre. ―¿Quién
es usted? ¿A qué viene?
―Mi
nombre es Lee Sooman, señora. Yo soy el Jefe de Jisung, el novio de su hija. —Respondió
con tranquilidad. ―Vine porque vi la pelea que tuvieron Ji y Seojin. Vi cuando
la golpeó en el ojo y quise traerle unas flores para ablandar su dolor.
Ante
eso, Seojin parpadeó confundida. ¿Por qué a ese sujeto le importaba ella? ¿Qué
quería conseguir? ―Gracias. ―Le dijo al recibir las flores de una manera un
poco tosca. ―Pero para la próxima ni se inmute. Jisung y yo lo vamos a
arreglar. No necesita venir a consolarme.
Al
sentir la brusquedad con la que la muchacha le habló, Sooman solo pudo sonreír.
―Ya veo porque Ji esta tan prendado de ti. Eres una chica bella y con carácter.
Si me pides mi opinión, no te mereces un pobre diablo como Jisung, te mereces
un hombre de verdad… —El Jefe tomó su mano. ―…Como yo. —Le besó la piel y Seojin
se alejó de inmediato de su toque.
―Creo
que es conveniente que se vaya. No creo que sea bien visto que usted este
visitando a una joven como Seojin a estas horas de la noche. ―La señora Jung decidió
intervenir al entender las intenciones del hombre. Conocía muy bien a los tipos
de su calibre, quienes creían que podían poseer a cualquier mujer. No dejaría
que su ingenua Seojin se dejara engatusar por ese tipo. Ya suficiente tenia con
Jisung, no podía arriesgarse a que otro sujeto viniera a atormentar la vida de
su hija.
―Tiene
razón señora. ―El hombre sonrió. ―Hasta pronto entonces. Espero que pienses
bien en lo que te he dicho Seojin. ―Le dijo a la muchacha y salió de la casa, con
el semblante triunfante como si hubiera tenido éxito en su misión de
conquistarla.
En
cuanto el Jefe salió, Seojin arrojó las flores al piso y luego se fue a su habitación,
aun triste por la discusión que había tenido con su novio. La verdad, Jisung
ocupaba tanto espacio en su mente, que poco le importaba lo que Lee Sooman
tuviera planeado con ella. En su cabeza solo había cabida para un solo hombre.
Al
ver las flores derramadas en el suelo, la señora Jung las levantó y las
organizó en un florero, pensando que aunque hubiera querido que su hija saliera
de ese ciclo de violencia que las mujeres de su clase estaban destinadas a
sufrir, quizá no iba a ser capaz de evitarlo.
..
Por
enésima vez se había peleado con Jisung. Por enésima vez este la había agarrado
a golpes. Por enésima vez estaba en su pequeña montañita llorando como una
desdichada. Se le había ocurrido la grandiosa idea de contarle a Jisung sobre
los constantes coqueteos que ahora le hacía Lee Sooman. Grave error. El hombre
había reaccionado histérico como si ella hubiera aceptado alguna de las
insinuaciones del viejo; pero no era así, Seojin estaba tan enamorada de su
novio, que aunque Lee Sooman le comprara el mundo entero, ella nunca iba a ser
de él.
Pero
ese Jisung no lo entendía y esa era la primera razón por la que había sido
golpeada.
Seojin
saco un pañuelo del bolsillo delantero de su vestido para limpiarse su cara que estaba llena de lágrimas. Dentro
de sí, ella sabía que no tenía porque aguantar sus maltratos, que debía tener
fortaleza para enfrentársele y dejarlo, pero simplemente no podía. Para ella,
Jisung seguía siendo aquel muchachito gracioso y simpático de su infancia, no
este monstruo en el que se había convertido.
Agregado
a eso, también había otra razón por la cual ella no podía irse de su lado: Ahora
ella estaba embarazada. Ellos compartían la vida de una nueva criatura, de
manera que no podía correr el riesgo de dejarlo y quedar sola con un bebe. No
soportaría no tener su compañía para enfrentar la difícil tarea de criar a su
hijo.
Y
aquella feliz noticia fue la segunda razón por la que había sido golpeada.
―¿Podemos
hablar?
Jisung
apareció de la nada, luciendo como si nada hubiese pasado. Ella levantó el
rostro. ―¿Qué me dirás ahora? ¿Qué no fue tu intención? ¿Qué estabas borracho?
—No
me pidas que reaccione de la mejor manera cuando vienes a decirme que estas
esperando un bebe mío. ¿Cómo creíste que iba a reaccionar? ¿Qué iba a tirar
pétalos por el aire o qué?
—Yo
pensé que tú entenderías…
—¿Entender
qué? ¿Qué por tu culpa ahora estamos metidos en este embrollo? Porque el que
estés embarazada no es culpa mía, es tuya por no saber cuidarte mejor. Debiste
haberlo prevenido… ¿Cómo crees que yo me siento? ¿Cómo crees que seguirá mi
vida después de esto? No entiendo porque ahora te haces la indignada, pareciera
que no me quisieras…
—Pero
yo solo te estaba anunciando que estaba embarazada. Sé que es algo repentino,
pero yo no quiero que pienses que no tengo en cuenta tu vida. Sabes que te amo
con locura, desde niña, he estado enamorada de ti. ―Acercándose, ella se ancló
a su cuerpo, rogando por su perdón. Como siempre, ella era la que terminaba
pidiendo disculpas.
―¿Por
qué entonces siempre me haces enojar de esta manera? ¿Es para llamar mi
atención? ¿Te embarazaste para llamar mi atención? ―Jisung inquirió con una
falsa angustia en los ojos. Al parecer, ya había aprendido a la perfección el
arte de la manipulación y una chica como Seojin era fácil de engatusar con su
actuación lastimera. ―Sabes que te amo con toda mi alma, sabes que me duele
cuando tengo que golpearte, pero a veces no entiendo tu forma de actuar.
Ella
bajó su cabeza, sintiéndose culpable. ―Lo siento.
Jisung
suspiró, esta situación era de todo menos placentera. Dentro de sus planes de
vida, un hijo no tenía cabida y ahora, gracias al descuido de su querida
noviecita, tendría que cargar con un mocoso por el resto de su vida. Él no
quería ser padre, su sueño era ser un súper magnate o un Jefe de la mafia, no
tenía tiempo para estupideces como formar una familia. Por mucho que Seojin
estuviera ilusionada con la idea, él no estaba hecho para ser el hombre que
ella anhelaba.
Pero
bueno, ya lo hecho, hecho estaba. No podía simplemente dejar a Seojin para que
se ocupara sola de su bebe, eso sería demasiado cruel. Debía responder, así
fuera de mala gana, por la imprudencia de su mujer.
Y
por ahora, tendría que reconciliarse con Seojin para que las cosas no siguieran
complicándose más. —Cierra los ojos. —Le
ordenó de repente.
Seojin
lució confundida. ―¿Por qué?
―Solo
hazlo.
Obedeciendo,
Seojin cerró sus ojos y no tardo mucho en sentir un metal frio colocarse en su
cuello. Abriendo los ojos, la muchacha miró hacia abajo y vio un collar dorado que
tenía una figura de mariposa como dije. De inmediato, se emocionó, riendo con
aquella risa que podía sanar cualquier corazón. —¿Pero qué es esto? No lo
entiendo… ¿No estabas enojado conmigo?
―No
creas que no me duele cuando te hago daño, por eso conseguí esto para ti. ―Jisung
le dijo mientras le daba un beso. ―Aunque no me guste la idea de tener un bebe,
voy a responder por él como buen hombre que soy. Este es mi regalo por tu
embarazo, ¿Te gusta?
―¡Sí!
―Ella le contestó entusiasmada y acto seguido se precipitó a sus brazos. Su
enojo inicial había desaparecido. El gesto de que Jisung al parecer si le
importaban sus sentimientos, le hizo derretir el alma. Por supuesto, ese era el
talento de Jisung: utilizar cualquier tontería para que las mujeres lo perdonaran.
Para manipular a todos los que lo rodeaban. Sabía que él no era un hombre poderoso
(aun), por lo que utilizar su ingenio y astucia era lo que tenía para salir
bien librado de cualquier situación.
Fuese
la que fuese.
―Eres
como mi mariposa. Mi mariposa traicionera.
Jisung
le susurró al oído, Seojin se estremeció por lo seductor de su voz. Definitivamente
no había otro como su adorado Jisung.
—Te
perdono, pero no te vuelvas a descuidar así. Puedo soportar mantener a un crio,
pero a más no puedo. Prométeme que no te volverás a embarazar ¿De acuerdo? —Jisung
le mostró el meñique, como siempre habían cerrado sus tratos.
—De
acuerdo.
Asintiendo,
Seojin besó el meñique de Jisung, para luego besarlo en los labios. Estaba tan
idiotizada que no se detuvo a pensar porque ella tenía que pedir disculpas, si
al fin y al cabo un embarazo es fruto de dos personas, no solo de una. Que
estuviera esperando un hijo no era exclusivamente su culpa; Jisung era el que
le había metido el pene y ahora se hacia el indignado, como si no hubiera
tenido nada que ver en la creación de ese bebe.
Pero
así era ella a fin de cuentas; tan crédula que no se daba cuenta como con su
falsedad y su manipulación, Jisung labraba el camino para poderla pisotear.
..
Nota: Yo creo que en vez de aclarar, quedaron mas confundidas con este capitulo. No se desesperen, pronto se sabra.
Dejen sus comentarios
Yo no...en realidad me quedo claro todo...pobre de la mama de yh y yh tmbn todo esto estuvo muy mal!!
ResponderBorrarAhora que se las razones...no las justifico en verdad!!...pero yo quiero saber del #YunJae que pasara con ellos y su amor?
Gracias
ahora entiendo por que su odio de Jisung asía Sooman pues siempre lo golpeo y trato muy mal y le quería quitar a su novia pero este si la amaba de verdad por que la trataba mal y le hacía la vida imposible y después de todos sus abusos a Seojin ella siempre le amo y la pobre si que se las vio duras y todo por amor a ese mal hombre
ResponderBorrarGracias
Aunque entiendo sus razones ahora...de todos modos no lo justifico y a parte a mi me interesa saber ya del #YunJae que pasara con lo que sienten?
ResponderBorrarPobre de la mama yh... :(
Gracias
Pdt:Espero actu
Este fue un capítulo con muchas revelaciones, pero que también nos plantaron mas dudas... la vida tanto de Jisung y Seojin fue un calvario, pero la pobre Seojin es la que hasta el momento la sigue pasando peor
ResponderBorrarRealmente adoro tu estilo de narración, muchas gracias por esta nueva actualización. Por cierto ultimamente mi cuenta ha estado mal y mis comentarios no podían publicarse, pero ya lo solucioné así que espero poder estar comentando mas seguido.
Bueno se me aclararon algunas cosas.
ResponderBorrarEn serio que este tipo de situaciones es lamentable, y sucede en la vida real, en todo el mundo U.U
Una vida dura, y lo peor es que los hijos por nacer son los que sufrirán por las decisiones y acciones del pasado.